Algunas actividades habituales durante las vacaciones de verano y cierta relajación en los hábitos de higiene oral pueden hacer que la salud dental se resienta.
Uno de los principales peligros para nuestros dientes durante los meses de más calor es la deshidratación.
Además, solemos tratar de paliar la sed con bebidas azucaradas o carbonatadas, que son perjudiciales para los dientes. Si la boca se deshidrata, segrega menos saliva y por lo tanto es más propensa a infectarse e inflamarse. Por esta razón recomendamos beber más agua que de costumbre en esta época.
Hidratación
Mantener la hidratación de la cavidad oral favorece la segregación de saliva. Es esencial para defendernos de la caries, ya que diluye y elimina los azúcares, mantiene constante el PH de la boca y aporta el calcio y el fosfato necesarios para remineralizar el esmalte.
La caries está causada por la placa dental. Si el crecimiento de las bacterias dañinas que se encuentran en la boca no se controla con el cepillado, estas se multiplican y se adhieren a los dientes formando la placa dental.
Las bacterias se alimentan de restos de comida, especialmente de azúcares, y producen un ácido que daña el esmalte dental, lo que provoca la entrada de bacterias al diente y causa la caries.
Pero la caries también puede proliferar durante las vacaciones por falta de cepillado. El verano es la típica época en la que nos olvidamos de las obligaciones diarias y, a nivel dental, este comportamiento puede traer consecuencias negativas, sobre todo en los infantes.
No cepillar los dientes con la frecuencia necesaria incrementa el riesgo de sufrir caries, enfermedad de las encías y, en último término, la pérdida de dientes.
La costumbre de picar entre horas no favorece tampoco la higiene bucal, por lo que después de ingerir alimentos entre comidas es recomendable, al menos, enjuagarse la boca varias veces.
Aunque lo ideal sería cepillarse los dientes después de cada comida, esto no siempre resulta posible en vacaciones, dado que comer o cenar fuera de casa es más frecuente de lo habitual. En estos casos, masticar un chicle sin azúcar puede servir como solución provisional.
Durante la masticación de un chicle sin azúcar estimulamos la secreción de saliva, de manera que favorecemos la protección contra la caries que nos aporta este fluido oral. Al masticar un chiche hacemos un efecto de barrido sobre la superficie de los dientes.
El hecho de masticar un chicle no sustituye al cepillado ni al hilo dental en la tarea de mantener una correcta higiene de la cavidad oral.
El cepillado de antes de dormir es el más importante porque durante la noche los ácidos que dañan los dientes se forman con más facilidad, ya que se segrega menos saliva. Además, el hecho de tener la boca cerrada crea las condiciones favorables para que las bacterias proliferen.